Estoy indignado como millones de mexicanos, por el asesinato de Carlos Manzo. Fue el Estado quien lo eliminó, aunque materialmente, fue el cártel más poderoso que se conoce.
Su muerte le impidió no solo terminar su primer periodo como Alcalde Independiente de Uruapan, sino, que fuese Gobernador de Michoacán. Carlos, exalumno del ITESO Guadalajara, a donde fue a estudiar de joven, se suma a la lista de los Mártires de Uruapan, grupo de generales y soldados republicanos que lucharon contra la intervención francesa y fueron fusilados en Uruapan el 21 de octubre de 1865 por las fuerzas del general imperialista Ramón Méndez durante la Segunda Intervención Francesa en México.
Uruapan es uno de tantos territorios del País controlados por el crimen. Pero no solo acabaron con un mexicano excepcional, sino con un personaje que encarnaba todo lo bueno que muchos quisiéramos para nuestra juventud. Manzo rompió todos los esquemas de la política y por eso era tan querido en su municipio.
El “Movimiento del Sombrero” es un fenómeno social convocado por alguien que, por fin, lograba que la ley se cumpliera, cuando todos los políticos protegen sus intereses. Específicamente, en todo el País, la alianza del partido en el poder con el crimen, ha incrementado la crisis de inseguridad y corrupción que vivimos.
Para quienes teníamos cercanía con la causa de Manzo a través de sus proyectos y redes sociales, vimos que encarnó todo lo bueno que un mexicano puede tener, pues valoraba la dignidad del trabajo honrado, del estudio, de la vida comunitaria y defendía a las buenas personas que eran extorsionadas, secuestradas y asesinadas. Su muerte, dejó en evidencia una vez más, el actuar miserable del poder. La misma Presidenta Sheinbaum, politizó la muerte, pues en lugar de tener empatía con los deudos y con el municipio de Uruapan, se dedicó a culpar a todos, menos a los asesinos. Arremetió contra sus adversarios e incluso, invocó a Calderón con distancia de dos décadas, cuando el mismo AMLO es con mucho, el responsable del estado de cosas que sufre el País, con el sexenio de mayor número de crímenes.
A todos, menos al pueblo, le convenía la muerte de Manzo. Desde el Gobernador de Michoacán, hasta a los grupos criminales que le atentaban frecuentemente, por lo que, desde hace meses, el Alcalde pedía ayuda al Gobierno federal y en específico a la presidenta Sheinbaum. Murió el “Bukele mexicano”, que quería, por fin, poner en paz a su municipio, aplicando la ley. Deja a una viuda y a dos pequeños, pero también, como los héroes mexicanos, a un pueblo en lucha. El “Movimiento del Sombrero” tiene como reto, crear nuevos liderazgos para contagiar el entusiasmo “independiente” a más regiones. El hartazgo que el pueblo tiene con los partidos tradicionales es enorme. El movimiento en redes sociales que canaliza el descontento y la rabia, es calificado por la presidenta Claudia, como “comprado”, descalificando a la sociedad civil que está indignada por el asesinato.
Hubiera querido ver a la presidenta Sheinbaum solidarizada con una muerte que al final, era anticipada, anunciada y que se hubiera podido evitar. Ella prefirió politizar y crear distractores, cuando nuestro México está herido por tantas muertes de líderes sociales que se unen a las de periodistas, jóvenes desaparecidos y a los mismos muertos por los enfrentamientos en tantas regiones del País. Se prepara una marcha para el 15 de noviembre; se incrementa el enojo con un sistema político que facilitó con la tolerancia, el crecimiento enorme del crimen, al dar “abrazos y no balazos”. Atacar las causas es indispensable, sí, pero hemos rebasado como País, todos los límites de las atrocidades humanas. Dejamos de formar a generaciones de menores que como el asesino, se enredan en el crimen, para matar sin piedad a sus paisanos.
Carlos Manzo es hoy, un mártir de la República; encarna el amor a la tierra y al trabajo honrado. Pocos como él, que denunciaron lo malo y anunciaron lo bueno. Michoacán tendrá un estandarte para convocar a un mundo distinto, cuando estamos decepcionados de la política, llena de corrupción y nepotismo. Deseo de todo corazón que invoquemos al futuro para que este movimiento social crezca y exija, para que volvamos a caminar por las calles y celebrar en las fiestas populares y no caer, como Carlos, muertos por el crimen.