Los seres humanos somos complejos, diversos, únicos. Las comunidades humanas, lo son más y tan diversas, que la historia de la humanidad es la historia de los desencuentros en la diversidad. Por eso, se fueron formando ideologías de izquierdas y de derechas. No es fácil definir, pero estos términos políticos, originados en la Revolución Francesa, representan ideologías opuestas: la izquierda busca la igualdad social, el cambio, la solidaridad y una mayor intervención del Estado en la sociedad y la economía, mientras que la derecha defiende el orden, la tradición, la autoridad, el libre mercado y la iniciativa privada, buscando preservar el statu quo y las jerarquías. La izquierda entienda la democracia como el poder popular, de los más pobres y la derecha, como el sistema electoral que respeta el voto, gane quien gane.

En México no hay (supongo que nunca habrá) voto obligatorio, pues somos complejos y mientras más nos exigen, más rechazamos. Pero la tradición liberal es muy fuerte, desde que tomó forma en los movimientos independentistas y revolucionarios. Incluso la formación del PRI al término de la revolución mexicana, permitió que, por 71 años, nos gobernara la corriente liberal, hasta que la derecha logró la alternancia en el 2000, para que la izquierda por primera vez en el 2018, ganara una elección (el gran fraude de 1988 lo impidió). Todos los gobiernos en América Latina han sido ya gobernados por la izquierda y por la derecha; ésta, con las dictaduras militares, gobernó por décadas por medio de golpes de estado y la izquierda, logró importantes victorias como en Nicaragua, Chile y Bolivia, que crearon la esperanza de que se podrían construir sociedades más igualitarias.

Pero parece que el escenario cambia. En estos días, la derecha ganó la Presidencia de Chile y la de Honduras; ya habían ganado recientemente en Argentina, Ecuador, Perú y Bolivia. En tanto, se mantienen con la izquierda, los gobiernos de Brasil, Venezuela, Colombia y de México. Cuando hay sistemas democráticos, la sociedad busca alternativas con alternancias y cuando los gobiernos fracasan, cambian de preferencia electoral. En Chile, José Antonio Kast, el candidato del Partido Republicano, de extrema derecha, ganó la Presidencia; fueron casi veinte puntos porcentuales de diferencia que separaron a Kast de Jeannette Jara, la candidata de la centro izquierda, que no logró convencer al electorado chileno con su propuesta. La esperanza puesta en Boric, murió al no poder resolver la inseguridad y la problemática económica. Pero a diferencia de México, donde la izquierda nunca ha reconocido una victoria de la derecha, Jeannette Jara reconoció la derrota llamando a José Antonio Kast para felicitarlo, como es la costumbre en Chile. Kast se convirtió en el primer pinochetista desde el retorno a la democracia en llegar al poder en Chile y quiere implementar un programa neoliberal de megarecortes y mano dura contra la delincuencia y la migración irregular. Quiere aplicar la ley como lo logró Bukele en El Salvador.

¿En México habrá un regreso a la derecha? No. En el corto y mediano plazo, no es probable. Morena tiene cuerda para este sexenio y otro más. Las redes de complicidad con el ejército y con el narcotráfico están bien tejidas; los programas sociales, sostenidos en deuda, forman una base electoral sólida para el régimen. Solo la presión de los Estados Unidos imprimió un giro a la estrategia de seguridad para dejar los “abrazos y no balazos” que AMLO extendió al crimen. México tiene una tradición liberal que en la historia ha hecho que la izquierda haya ganado a la derecha; desde la independencia al formarse una república y no un imperio, al constituirse en federalista y no centralista, para llegar a la elección del 2018 en que vuelve a salir victoriosa la izquierda con AMLO. Los Estados Unidos seguramente intervendrán la dictadura venezolana y otros gobiernos como Colombia, tendrán alternancia. Cuando la economía no funciona y el Estado es incapaz de ofrecer seguridad a la población, la izquierda pierde elecciones. Seguramente Nicaragua y Cuba tendrán cambio de régimen, pues en el siglo XXI no tienen cabida sistemas que no permitan el juego electoral y concentren en una pareja o en una persona, la prolongación indefinida de la Presidencia. Si las dos condiciones, seguridad y crecimiento económico no se dan, las izquierdas darán paso a las derechas. 

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