La pesada carga de los intereses
La presidenta Claudia Sheinbaum pide a la banca reducir las tasas de interés. Su solicitud es un clamor universal en México. La banca mexicana disfruta de condiciones excepcionales para fijar tasas de interés que no son comparables con las de otros países.
La presidenta Claudia Sheinbaum pide a la banca reducir las tasas de interés. Su solicitud es un clamor universal en México. La banca mexicana disfruta de condiciones excepcionales para fijar tasas de interés que no son comparables con las de otros países.
En México pedir prestado es complicado. Resulta un freno a la productividad de las pequeñas y medianas empresas. En las familias el consumo se reduce porque lo que cobran las tarjetas de crédito llega a ser agio puro. Tan sólo echar un vistazo a un estado de cuenta de una tarjeta de BBVA vemos que el CAT puede llegar hasta el 107%. Es el caso de una tarjeta al corriente, pero cuyo saldo llega al tope de su línea de crédito de 50 mil pesos. Banamex, en sus tarjetas de Costco anuncia un CAT superior al 84%. Si la banca pierde el 30% de la cartera, aún podrá tener una ganancia sustancial.
Para quienes tienen menos dificultad en pagar, las tasas pueden ser un poco más razonables de entre el 30% y el 40% anual. Pero hay quienes pagan y pagan el mínimo, sin salir del agujero en el que se metieron.
En España el mismo Banco tiene tasas desde el 18% y máximo llegan a la tasa del 30% en tarjetas, justo donde las mexicanas comienzan. BBVA reporta a su matriz la más grande cantidad de utilidades desde México (107 mil millones de pesos) porque está muy bien administrado y puede cobrar a las PYMES tasas que van del 14% al 22%. Su costo de captación es cercano al 8%.
La presidenta Sheinbaum tiene razón: reducir tasas es aumentar crédito, empleo y oportunidades. En México la mitad del PIB lo producen las PYMES y dan el 72% del empleo. Mejorar sus posibilidades de obtener capital de trabajo y de inversión fija, oportuna y económica puede significar la diferencia entre la vida y la muerte del emprendimiento.
Una buena parte del problema es la imposibilidad de cobrar por litigio las grandes y pequeñas cuentas. Los bancos prefieren perder lo que deben los tarjetahabientes y redondear su ganancia quebrantando cuentas. El problema es que los bien portados pagan los platos rotos de quienes no pagan.
Para agilizar y reducir el precio del dinero, resulta indispensable que el gobierno cambie el proceso judicial de cobranza. Una cuenta cualquiera puede tardar hasta tres o cuatro años en recuperarse por la vía judicial a un gran costo para quien debe, cobra y para el mismo Estado que administra la justicia. Si hubiera juzgados especializados en PYMES sería mucho más fácil impartir justicia. Eso sería un gran ahorro para la banca. En otros países quien no paga pronto, pierde la garantía o su buen crédito que luego le impide pedir prestado.
Otro grave problema es la legislación hacendaria. Las empresas que dan crédito al consumo directo como Coppel y Elektra (problema de Ricardo Salinas Pliego), no pueden deducir de sus ingresos las cuentas incobrables hasta que un juez diga que son incobrables. Doble cuenta: pierden lo que venden y luego tienen que pagar el ISR sobre ventas que no recuperan. Eso debe cambiar.
Al final, quien paga todo es el cliente, sea consumidor con tarjeta de crédito o PYME con crédito bancario. El asunto se podría arreglar con un acuerdo entre gobierno y banca: el Gobierno ayuda con leyes que faciliten el cobro y deja deducir los quebrantos; los bancos reducen los intereses. Sí se puede.
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