León tiene sed y la quiere saciar ahora con el agua del sur. Hace 30 años conocí la presa Solís en el sureste de nuestro terruño. Guanajuato es un mosaico de realidades y tiene una diversidad cultural enorme. 

La vida me llevaría a buscar en los pueblos del Rincón, en Guanajuato capital y en los municipios del sureste, esa idea de futuro de que la Universidad Tecnológica de León, tuviera una sede fuera de León. Apenas terminaba la década de los 90 cuando Don Jorge Arena y su servidor, cuestionábamos el proyecto de llevar agua a León desde el Río verde construyendo la Presa El Zapotillo. Y desde entonces, el gobierno federal y el estatal, tenían como plan alternativo del acueducto y “el trasvase” de la Presa Solís, que da vida a los municipios de Acámbaro, Tarandacuao y Jerécuaro. 

La Presa Solís fue construida en 1949 para uso agrícola, con el cauce del Río Lerma. Se decía entonces que era trasvase, porque se alcanzaba a visualizar que Guanajuato aportaría agua al lago de Chapala vía la presa Solís, tanto como Jalisco aportaría agua para el proyecto del Zapatillo.

SAPAL en esta retadora tarea de proveernos de agua, no tuvo otra alternativa que centrarse en el Zapotillo. Pero este proyecto que desde el origen dijimos, estaba destinado al fracaso, colapsó con AMLO y entonces fue inevitable regresar a la idea de la presa Solís. 

Revivir la idea de la presa Solís parecía lo único viable para enviar agua a León, pues nunca fue considerado lo que nosotros proponíamos que era “sembrar agua” en la Sierra de lobos y desarrollar una industria de tecnificación del agua en León, para no depender ni del Zapotillo ni de Solís. Solo que el crecimiento promedio poblacional del 2 % nos fue llevando a un incremento en la demanda urbana, sobre todo en los fraccionamientos de la periferia.

Conozco bien para Tarandacuao, donde exalumnos de ecoturismo pudieron trabajar en este hermoso espacio; Jerécuaro un hermoso pueblo de gesto antiguo y el maravilloso Acámbaro que suma ya 500 años de su fundación. 

La presa Solís, es en mi opinión una obra monumental que no solo permitió el desarrollo de una comunidad que sobrevive de la pesca y la agricultura, sino también el entorno que heredó la tradición de Chupícuaro. La naturaleza les regaló áreas naturales protegidas y parecería en estos municipios del sur que estuviéramos en tierras tarascas michoacanas. Pero la cuestión de fondo y que siempre he manifestado en este espacio por décadas, es que el punto más difícil del proyecto sería en general, los acuerdos con los pobladores en general y con los productores del distrito 11 de riego en lo particular. 

Muchas veces los representantes no son la voz de la asamblea y mi opinión es que cuando el año pasado el gobierno federal anuncia con el estatal, la construcción del gran acueducto para llevar agua al corredor industrial de Guanajuato, parecía un arreglo bonito y que satisfacía las partes.

Pero la realidad no era esa, pues si bien la promesa de tecnificar el agua para el riego era indispensable y muy pertinente, otra cosa era la comunidad de estos municipios que tienen por generaciones en el agua, una fuente de sustento. Cuando publicó la UNAM un libro que escribí sobre la producción de energía en los sistemas hidroeléctricos de la Comisión Federal de Electricidad, trabajaba modelos matemáticos para poder representar el comportamiento de los vasos de las presas de acuerdo al régimen de lluvias y cómo estos embalses disminuían conforme el uso fuera para consumo humano o para riego o para producción hidroeléctrica. Supongo que el gobierno federal habrá calculado el ritmo de agotamiento del embalse, cuando el acueducto lleve agua al corredor industrial y se presente un año seco. 

No tengo a la mano datos “duros”, pero supongo que el embalse se puede agotar con rapidez y generar con esto, un enorme descontento social. Para León, la solución es buena, pues al final nos olvidaremos de la optimización del agua y de la Sierra de Lobos, pues tendremos en el corredor industrial desde Celaya hasta León agua por dos décadas más. Con esto olvidaremos el problema de fondo, que es nuestra cuenca hidrológica natural que es la sierra. 

Serán las generaciones siguientes, quienes enfrentarán la realidad de no poder traer lugar de otro lado y además verán el agotamiento de la presa Solís, la cual proviene, como sabemos, de la cuenca del Río Lerma que a su vez depende de los escurrimientos en la región montañosa del Estado de México y que tiene también el compromiso del envío de agua para la capital de la república. Será algo complicado.

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