Héroes del buen comer: Tres historias de tradición gastronómica en Salvatierra
Clementina Rivera González conquista con sus delicias culinarias, Marco Antonio García Pérez endulza los paladares y Andrés Gervasio López da un dulce sabor a fresa a sus clientes en Salvatierra.
Salvatierra, Guanajuato.- Por cuatro décadas, Clementina Rivera González ha pulido su sazón para conquistar los paladares de sus comensales en el emblemático Mercado Hidalgo de Salvatierra.
Clementina tiene 62 años, es orgullosamente originaria de Urireo, a los 22 se casó con José Luz y desde entonces vive en la cabecera municipal de Salvatierra.
Su incursión y amor en el mundo culinario comenzó con la ayuda de sus cuñadas Rosa María y María Elena, quienes ya vendían comida en el lugar donde ahora ella está al frente.
Cada una de sus cuñadas le enseñó distintos platillos y ella aprendió rápido a elaborarlos.
Hace cuatro años, su cuñada Rosita, de donde proviene el nombre de su local, enfermó y ya no pudo atender, desde esa fecha Clementina está a cargo de la cocina.
Menudo, caldo de carne de res, caldo de pollo, arroz, bistec en salsa, mole, albóndigas, frijoles, carne de puerco, enchiladas, tacos, gorditas y pambazos es el menú que ofrece la lonchería ‘Rosita’.
No solo el sabor atrae a sus clientes, también la amabilidad con la que son atendidos y los precios accesibles.
La lonchería “Rosita” está ubicada dentro del mercado Hidalgo, entrando por la puerta del lado de la calle Juárez, a mano izquierda; el horario de servicio es de 9 de la mañana a 3 de la tarde, de lunes a domingo.
¿Cuánto cuesta comer en la lonchería ‘Rosita’? El rango de precios va desde los $20 unos taquitos hasta 80 pesos la comida corrida; también ofrece caldos que vende por litro, a 80 pesitos’.
“A nosotros nos viene a buscar mucha gente por nuestra sazón y atención al cliente, no sabemos con exactitud qué cantidades hacemos diariamente de comida al día, pero casi nunca tenemos comida que nos sobre de otro día. Gracias a Dios casi a diario terminamos con lo que se prepara”, mencionó.
¿A cuánto las conchas, joven?
El aroma a pan recién hecho cada madrugada en Salvatierra es ‘culpa’ de Marco Antonio García Pérez, un panadero con trayectoria de 20 años.
La venta de pan le ha permitido sacar adelante a su familia; su esposa lo acompaña a diario a vender pan dulce en su carrito por las mañanas.
Los años le han dado a Marco la habilidad de perfeccionar sus técnicas, a los 34 recibió de más de un panadero el secreto para endulzar los paladares de chicos y grandes. Fueron conchas sus primeros panes horneados.
Hace ochos años se ‘aventó’ a ser panadero independiente, con el apoyo de su esposa e hijos en la cocina de su casa con una olla y muchas ganas de triunfar.
Su producción en aquella época fue de 15 a 20 donas, que vendía a sus conocidos o en su misma calle, con el tiempo y perfeccionando su técnica, las donas se le vendieron como agua y como sus manos no eran suficientes contrató a un ayudante que se encargaba de la venta.
Don Marco recuerda a su ayudante, quien fue parte importante para su negocio, él salía más allá de su colonia y comenzó a recibir pedidos para fiestas o escuelas.
Durante la pandemia las ventas bajaron, pero su amor por la panadería le permitió seguir adelante, buscó otras formas de dar a conocer su producto.
Marco Antonio debe despertar en la madrugada para hornear el pan y a las 7 de la mañana comienza la venta afuera de varias escuelas; saca una mesita de madera y encima pone su canasto con varias donas y conchas.
Con el tiempo sus cazuelas y horno de estufa no fueron suficiente para cubrir los pedidos y compró un horno especial para hornear sus panes dulces.
Actualmente, don Marco se despierta a las 2 de la mañana para hornear para estar a las 8 de la mañana en la esquina de las calles Zaragoza e Hidalgo; una hora más tarde debe estar afuera del kínder Rébsamen, en ambos lugares más de una docena de personas ya lo están esperando por lo que el pan se agota con rapidez, al día le quedan 10 piezas o ninguna.
En promedio vende 200 piezas de pan, cada una cuesta seis pesos.
A Marco lo buscan en todo Salvatierra, porque sus panes son garantía de que tendrá una mañana dulce acompañada de un café, leche o un chocolate caliente.
“Yo aprendí este oficio en una panadería, después la necesidad de ganar más para mantener a mi familia me llevó a preparar donas en mi casa para tener más ingresos, hoy gracias a Dios tengo mis clientes que ya diario me están esperando para llevarse en las mañanas su pan y disfrutarlos con un café, leche, chocolate o un té”, expresó.
¡Qué fresa, Andrés Gervasio!
Andrés Gervasio López, conocido como ‘El Vali’, a sus 72 años se ha ganado un lugar en Salvatierra al vender fresas frescas por más de 50 años.
‘El Vali’ es originario de Santiago Puriatzicuaro (Maravatio), Michoacán; su familia es agricultora, siempre se vio rodeado de campo y aprendió rápido el oficio.
De joven salió de su comunidad para obtener más clientela, amigos y nuevos rumbos; hace dos décadas tomó a su burro y salió de su comunidad, en uno de sus recorridos llegó a Salvatierra donde la calidez de la gente hizo clic con su carisma.
Desde entonces duró varios años con su burro realizando la ruta Puriatzicuaro-Acámbaro donde hacía una parada y de ahí salía al mediodía, según recuerda para llegar a Salvatierra; dicho viaje duraba 2 días para llegar a esta ciudad pues, “El Vali” notó que su venta era muy alta en esta ciudad.
De ese tiempo a la actualidad han pasado 52 años de vender en Salvatierra, pero no fue hasta 1994 que decidió dejar su venta en Salvatierra todos los días y ubicarse en un lugar fijo, la esquina de Ocampo y Manuel Doblado.
Su ya conocida frase: “La fresa, Güera” hace el llamado a toda la ciudadanía que las fresas frescas ya llegaron, pues Don Andrés normalmente hace un recorrido por toda la calle de Ocampo anunciando su producto.
A diario se encuentra en esa esquina, desde las 10 de la mañana hasta las 2 de la tarde, dependerá de la demanda del día y regresa de nuevo a su comunidad.
Dependiendo de la temporada su oferta varía, pues además de la fresa también ofrece durazno y cereza o conocida en su comunidad como “andrina”.
“El Vali” y su familia (su esposa, hijos y nietos), atesoran la venta de estas fresas porque por décadas les ha dado de comer. Su cariño está dividido entre Santiago Puriatzicuaro y Salvatierra, por lo que todos los días hacen el viaje de regreso a su tierra.
AM
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