El debate por el Acueducto Solís–León ha crecido entre la desinformación y el temor de que los distritos de riego resulten afectados.

Sin embargo, los estudios técnicos y las inversiones previstas muestran que el proyecto puede operar sin comprometer el agua de los más de 30 mil productores agrícolas que dependen de la presa Solís. La dotación destinada al corredor industrial del Bajío sería equivalente al ahorro generado con la tecnificación del riego, que contará con una inversión superior a seis mil millones de pesos, aparte de los recursos propios del acueducto por más de 15 mil millones de pesos.

La presa Solís, con una capacidad de almacenamiento superior a los 700 millones de metros cúbicos, ha demostrado que puede sostener ciclos agrícolas incluso sin operar al cien por ciento de su nivel. En años con menor captación, las dotaciones se ajustan de forma proporcional, pero el riego no se suspende. Su manejo se basa en esquemas similares a los del sistema Cutzamala, donde la prioridad es garantizar el abasto humano y agrícola mediante una administración flexible de los volúmenes disponibles. Lo mismo ocurrirá con el Solís-León: el agua destinada a la industria y a la potabilización se tomará de los excedentes generados por el ahorro, no de las cuotas asignadas al campo.

El punto medular es la tecnificación. Los distritos de riego de Guanajuato y Michoacán operan todavía con pérdidas importantes por filtración y evaporación, que alcanzan entre 30 y 40 % del total conducido. Con los nuevos sistemas presurizados, el recubrimiento de canales y el monitoreo automatizado, se logrará un ahorro equivalente al volumen que requiere el corredor industrial. De esa forma, el campo conservará su dotación actual y la industria obtendrá el recurso necesario para sostener su crecimiento sin competencia directa por el agua.

Las protestas registradas en Jalisco y Guanajuato reflejan más una falta de información que un conflicto real. En muchos casos, la comunicación oficial ha sido insuficiente para explicar los alcances técnicos y los beneficios del  proyecto. El temor es comprensible: el agua es la base de la producción agrícola y cualquier duda sobre su disponibilidad genera resistencia.

No obstante, los datos concretos muestran que los productores no sólo mantendrán su abasto, sino que podrían mejorar su productividad gracias a la eficiencia derivada de la modernización de sus sistemas.

Por supuesto, el único factor verdaderamente incierto sigue siendo el comportamiento de los ciclos pluviales. En los últimos años, la presa Solís ha registrado variaciones marcadas en su nivel de llenado debido a lluvias irregulares, y eso influye directamente en la planeación de dotaciones. Pero aun en escenarios de baja captación, la prioridad de riego para los agricultores está garantizada. El volumen que se destinará al corredor industrial depende del porcentaje de almacenamiento, y si este baja, el ajuste se aplicará sobre esa porción, no sobre la del sector agrícola.

En síntesis, el Acueducto Solís–León no debe interpretarse como una amenaza para el campo, sino como una pieza clave en una estrategia de aprovechamiento racional del agua. La inversión en tecnificación, la capacidad de regulación de la presa y los esquemas de ahorro sustentan un modelo en el que la industria y la agricultura pueden coexistir sin restarse entre sí. Como en el Cutzamala, la clave está en la planeación y el uso responsable del recurso. Lo que hoy se requiere es información clara, diálogo y confianza en los instrumentos técnicos que harán posible un equilibrio entre el desarrollo económico y la seguridad hídrica del Bajío.

La Presidenta de México, Claudia Sheinbaum, y la Gobernadora de Guanajuato, Libia García, están en concordancia con este proyecto hídrico, y es una oportunidad de oro para asegurar el futuro de la región en un renglón vital: el agua…

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