“Hasta que todas las instituciones, la producción, el comercio y los medios, estén bajo el control democrático participativo, no tendremos una sociedad democrática que funcione y, las políticas, serán la sombra de las empresas sobre la sociedad”. John Dewey, filósofo social.

Si lo que se busca es un sistema de gobierno que beneficie y procure el desarrollo integral de la especie humana, sin duda, la democracia es un modelo ineficiente para lograrlo; y es que mientras todo gire alrededor de los intereses individuales, corporativos y de grupo de quienes tienen el poder, la etiqueta con la que nombremos a nuestro sistema de gobierno es irrelevante, ya que no es la definición sino el sistema y las acciones de quienes gobiernan, lo que genera o no resultados favorables para cada persona y para la sociedad en general.

El problema comienza con la propia estructura ineficiente de la democracia. Aunque es utópico eliminar la variable del egoísmo humano que todo lo pervierte, hagámoslo por un momento con fines ilustrativos; para empezar tenemos estructuras partidistas que sirven al poder y fomentan la manipulación, en lugar de ser organizaciones que formen líderes generosos al servicio de la sociedad, y no sólo eso, los partidos reducen la pluralidad de millones a un número reducido de posiciones ideológicas y a una representación simplificada que limita las opciones que tiene el pueblo para escoger a los candidatos. Como si fueran equipos deportivos, los electores terminamos siendo aficionados de partidos políticos, lo que polariza desde el inicio a la sociedad. Al final, lo que obtenemos como candidatos son a quienes representan los intereses de los partidos (poca veces los mejores), ya que no son el resultado de un proceso de selección profesional que considere el currículum, las capacidades técnicas y la calidad humana. Esta deficiencia se reproduce en la selección de los equipos de trabajo de congresistas y gobernantes.

El sistema electoral, que depende de la propaganda y la financiación de ésta, tiene como objetivo manipular a las personas para obtener su voto, lo que es uno de los mayores defectos de la democracia, ya que como todos sabemos, corrompe la fidelidad de los gobernantes para con el pueblo, ya que orientan el servicio y el presupuesto público para devolver favores a quienes les apoyaron o les financiaron sus campañas; lo que nos deja en México, como dice Luis Carlos Ugalde: “…una democracia clientelista, sin estado de derecho”.

La falta de continuidad es otro de los impedimentos para que la democracia resulte en un sistema de gobierno eficaz, ya que cada gobernante, de acuerdo a sus intereses personales y partidistas, tiene una agenda que comienza con cada nuevo periodo de gobierno lo que impide hacer sinergia con los gobiernos anteriores o proyectar a largo plazo, limitando la planeación, la eficacia y todo tipo de desarrollo.

En el corazón de la democracia reside la voluntad de la mayoría, lo que supone el bienestar de la ciudadanía; pero la realidad demuestra lo contrario. La voluntad de muchos no necesariamente implica el bienestar social, ya que generalmente las decisiones humanas terminan por ser más emocionales que racionales lo que impide promover medidas sustentadas en la inteligencia, la sustentabilidad, el bien común o el servicio a la sociedad. 

Finalmente tenemos el tema de la legislación; que debe ser una herramienta al servicio de la sociedad con el fin de lograr el bienestar de cada persona; desafortunadamente, termina siendo una moneda de cambio para comprar y vender intereses individuales y/o de grupo a costa de los intereses del pueblo, para el que se supone trabajan los gobernantes.

¡Acertó Eduardo Galeano!, periodista y escritor uruguayo, cuando expresó: “Si votar sirviera para cambiar algo, ya estaría prohibido”; finalmente les comparto una cita de Benjamín Franklin, considerado uno de los padres fundadores de los Estados Unidos: “La democracia es dos lobos y una oveja votando sobre que van a cenar; la libertad… es la oveja, armada, impugnando el resultado”… Así de sencillo.

Un saludo, una reflexión.

Santiago Heyser, Sr. y Santiago Heyser, Jr.

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