León, Guanajuato.- El reggae llegó a León con la suavidad de una caricia. Desde la tarde, cuando Los Cafres realizaron su prueba de sonido en el Foro del Lago, varios fans ya se habían acercado para ver si podían arrancarles un saludo, una sonrisa, un gesto que confirmara que, por fin, la banda estaba de vuelta en la ciudad.
Los músicos respondieron como suelen hacerlo: cálidos, accesibles, cercanos. El ambiente de comunión que caracteriza sus conciertos empezó a formarse mucho antes de que cayera la noche.
A las 9:30 de la noche, con las luces reflejándose sobre el agua y una brisa tibia moviendo el escenario, más de mil personas esperaban en silencio expectante. Y entonces, la voz inconfundible de Guillermo Bonetto rompió la calma. Bastaron los primeros acordes para que el público se acomodara el alma.
Una noche para escuchar con el corazón
El Foro del Lago se transformó en un espacio íntimo. Aunque eran cientos, la atmósfera se sentía personal, como si cada canción fuera una conversación directa con la banda.
Los Cafres hicieron lo que mejor saben: envolver al público con armonías limpias, líneas de bajo profundas y esa textura espiritual que convierte al reggae en un refugio.
“Bastará”, la más cantada, himno absoluto. fue el momento de coro gigante; “Aire” una de las más queridas; cuando arranca, todos levantaron luces de celular; “Tus ojos” clásica, romántica, y de las que más vibra emocional provocó; “Si el amor se cae”, imperdible, poderosa en vivo; la gente la cantó desde el alma; “Casi q’ me pierdo” muy coreada y parte esencial del viaje emocional del concierto. “Hoy”, “La receta”, “Instinto”, no podían faltar dentro del set.
Las letras, cargadas de mensajes conscientes, encontraron eco en un público que llegó a cantar versos completos con los ojos cerrados.
Había parejas abrazadas, grupos de amigos balanceándose al mismo ritmo y jóvenes descubriendo en vivo a una banda que lleva décadas marcando el camino del reggae latino.
El poder de la calma
Uno de los momentos más potentes de la noche sucedió cuando Guillermo (con voz serena y firme) habló de la importancia de detenerse, respirar y cuidarse.
Antes de continuar con el set, lanzó un “gracias por estar aquí, gracias por sentir”, que desató los aplausos más largos del concierto.
Las canciones fluyeron sin prisa, como agua. Los Cafres fueron construyendo un viaje emocional donde cada nota era un lugar seguro. No necesitaban saltos ni espectáculo visual: solo música honesta, perfectamente ejecutada.
Un cierre que abrazó a todos
Ya casi al final, el público estaba completamente entregado. Cantaron, corearon, levantaron luces y agradecieron con cada ovación.
Los Cafres respondieron con su esencia: sencillez, profundidad y gratitud.
Cuando la última nota se apagó sobre el lago, nadie se movió de inmediato. Era como si todos quisieran prolongar el efecto, quedarse un poco más dentro de esa burbuja de calma y buena vibra que la banda había creado durante casi dos horas.
En León, esa noche de reggae no solo sonó. Se sintió.
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LCCR