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Un club de miles

El fútbol como espectáculo es una empresa muy complicada. En México los dueños de los equipos son instituciones variadas. Sobresalen las televisoras, Televisa y TV Azteca.

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Un club de miles

El fútbol como espectáculo es una empresa muy complicada. En México los dueños de los equipos son instituciones variadas. Sobresalen las televisoras, Televisa y TV Azteca. La transmisión de los partidos significa una parte importante de su negocio publicitario. 

Están las universidades, la más destacada es la UNAM y sus Pumas. El centro educativo más grande de Hispanoamérica administra al equipo mediante un fideicomiso y así le da para sostener un buen cuadro. Otras universidades han tenido equipo, como los Lobos BUAP o los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León, apoyados siempre por la industria regiomontana.

Hay empresas grandes que tienen un doble beneficio de una franquicia. El Toluca, propiedad de Valentín Díez, exdueño de la Cervecería Modelo; el Cruz Azul, propiedad de la cementera o el Guadalajara que pasó de un grupo local jalisciense a manos de la familia de Jorge Vergara, dueña de Omnilife.  

Una tercera forma de empresa son los clubes donde un grupo de empresarios locales aporta y patrocina al equipo. En ese escaño estaba el León hasta que descendió a la Segunda División, quebrado y sin fondos. Hace medio siglo, cuando no había grandes patrocinadores, el presupuesto de un equipo era modesto. Los clubes sobrevivían de las entradas y algunos patrocinios. Los jugadores no ganaban fortunas como hoy. 

Las familias Pons, Padilla, Sánchez López, Díaz Torres y otras se turnaban la carga y la pasión de tener la institución. Manuel Ortega Barroeta, extraordinario promotor del estadio León que hoy está en disputa, fue uno de los expertos que podía sostener al equipo con más talento que capital. 

El León llegó a tener un semillero tan bueno de jugadores que prácticamente sobrevivía de vender sus cartas al final de la temporada. Al Club le llovía en serio la crítica de la afición cuando vendían la carta del "Chino" Estrada o del "Chepe" Chávez, por ejemplo. Pero no había para más. 

Cuando el equipo estaba hundido llega la familia Martínez de Pachuca a revivirlo. Más que eso: lo regresa a la Primera División y luego lo hace campeón. Jesús Martínez y su hijo tienen el conocimiento y el talento para incendiar de nuevo la pasión local. En eso estábamos cuando se atraviesa el problema del estadio. 

El gobierno estatal los apoya con un terreno magnífico (los políticos saben que es indispensable mantener a los gladiadores locales para que el circo desfogue la pasión social en el deporte y no en otras causas). Con la pandemia y la carga económica que representa para los equipos, será difícil ver un estadio nuevo. Pasarán algunos años para construir un estadio con el tamaño y la modernidad que la mejor afición de México merece. 

Hay una alternativa que nunca se ha explorado en México: popularizar dentro de la sociedad la propiedad de las franquicias. El Real Madrid tiene 100 mil socios; el Barça tiene más. Según su ficha en Wikipedia son 153 mil 458  socios. Por eso no batallan para fondear las compras de miles de millones de pesos en jugadores. Además no batallan por falta de patrocinadores de publicidad y las ventas de su mercadería aporta buena parte de su presupuesto. Son clubes con más de un siglo de historia. 

Declaro desconocer la operación de un club. Sé que es endemoniadamente difícil hacer negocio y lograr campeonatos, pero hay una alternativa de largo plazo para el Club León y su nuevo estadio si la pasión y el fervor por la Fiera se convirtiera en miles de aportaciones locales. Es una idea de un simple aficionado.

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