opinion dr cisneros

En México, el sistema de donación y transfusión de sangre sigue dependiendo del modelo de reposición, en el que cada día miles de pacientes necesitan que sus familiares, amigos o conocidos consigan donadores para acceder a una transfusión. Este modelo sostenido en la “buena voluntad individual”, ha demostrado ser frágil y desigual. Detrás de cada petición de “urge sangre” hay una historia de desorganización institucional y abandono político.

Durante décadas, se ha intentado corregir esta situación mediante campañas, promoción y sensibilización. Son bien conocidos los eslóganes: “Dona sangre, salva vidas” o “Sé un héroe, dona sangre”. Sin embargo, la realidad no cambia, pues la proporción de donadores voluntarios sigue estancada y la autosuficiencia nacional está lejos de alcanzarse. Sí, las campañas logran picos de entusiasmo, pero no estructuras duraderas, por lo que el error no está en la falta de bondad de las personas, sino en la ausencia de un sistema que las organice y acompañe.

El concepto que podría cambiarlo todo es el de “reclutamiento”. A diferencia de la promoción, que apela a emociones o conciencia, el reclutamiento es un proceso planificado, continuo y medible. Reclutar significa identificar, atraer, incorporar y retener a esas personas que son aptas para donar, dentro de un sistema que les garantice seguridad y seguimiento. En lugar de depender del azar, reclutar se convierte en una función estructurada del sistema sanitario y convierte al donador en una parte activa de una red organizada.

En temas prácticos, reclutar donadores no es diferente a reclutar talento para empresas o voluntarios para una causa pública, pues requiere segmentar poblaciones, establecer criterios de inclusión, ofrecer información clara, construir confianza y dar reconocimiento. Esta actividad no necesariamente busca convencer, sino integrar, pidiendo menos heroísmo individual y más incorporación colectiva.

Cambiar este paradigma no es solo retórica, pues países como España, Francia, Reino Unido o Canadá, que han alcanzado su donación 100 % voluntaria y no remunerada, se apoyaron en esas estructuras profesionalizadas de captación y fidelización. Equipos especializados, con formación técnica y objetivos claros, han gestionado la relación con los donadores como una parte fundamental del sistema sanitario. Ahora, donar no es solamente un acto solitario, sino una expresión de organización de la ciudadanía.

Desafortunadamente en nuestro país seguimos aferrados a ese discurso del “altruismo” como si fuera una solución, cuando en realidad ha sido la mejor forma de ocultar el fracaso institucional. Se repite siempre que “hay que donar por amor”, pero ese mensaje, aparentemente noble, es un mecanismo de evasión del Estado y tras cada llamado a la buena voluntad, está una verdad incomodísima: el sistema no puede garantizar sangre de manera suficiente, accesible y oportuna.

El discurso del altruismo ha servido para desplazar la responsabilidad desde el Estado hacia los individuos, disfrazando graves omisiones estructurales bajo un lenguaje moralino. Mientras se pide “solidaridad”, los hospitales siguen exigiendo la reposición de sangre y las familias se mantienen peregrinando en la amargura de conseguir donadores urgentes. En la práctica, el mensaje es no menos que brutal: “Si no encuentras quien done, tu paciente no tendrá sangre”.

Esto ni de cerca es inspirador, al contrario, es abandono sistemático y apelar al altruismo en lugar de construir un sistema funcional, perpetúa la insuficiencia, inequidad y desconfianza y lo peor es que se hace responsabilizando a la ciudadanía por un problema que corresponde al Estado, por lo que es injusticia estructural disfrazada de virtud.

El reclutamiento de donadores ofrece una salida ética y práctica, pues no sustituye la voluntad individual, al contrario, la institucionaliza y permite construir una reserva de donadores preevaluados y recurrentes, lo que garantiza trazabilidad, reduce desperdicios y mejora la calidad y más importante aún, devuelve el papel de garante de abasto al Estado y le retira ese de espectador de la caridad.

El reclutar donadores se traduce en la profesionalización de la generosidad, tratando a la sangre no como un favor de los “buenos” sino como un bien público que requiere planeación, gestión y reconocimiento, pasando de ese impulso emocional, al compromiso sostenido.

La donación de sangre no puede mantenerse dependiente de la improvisación o llamados morales, se requiere estructura, liderazgo y política pública, pues en última instancia, reclutar donadores es más que obtener unidades de sangre: es construir confianza en las instituciones y en nuestros conciudadanos, reconociendo que la vida de un paciente no puede depender del azar, sino de un sistema funcional.

El día que pasemos de pedir todo con “urgencia”, “con buena voluntad” o “heroísmo”, para empezar a reclutar con propósito y permanencia, habremos dado como país el paso más importante hacia un sistema de salud verdaderamente justo, moderno y humano. Es tiempo.

Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor universitario y promotor de la donación voluntaria de sangre.

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RAA

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