“En programación, un algoritmo es un conjunto de instrucciones que se utilizan para resolver un problema, paso a paso”.
Así describe una charla de TED (vela en nuestros sitios) este término que hoy guía nuestras vidas en tantas y tantas áreas.
¡Más lo que viene!
Nuestro futuro depende, en parte de combatir, de no dejar que los algoritmos dominen nuestra vida.
Veamos.
Primero, los algoritmos no están reservados para la computación. Todos los creamos y usamos para resolver problemas, para automatizar o hacer más eficiente la solución de una tarea.
“Para contar a las personas de un cuarto, las señalas con tu dedo y empiezas a contar en orden ascendente. Eso es un algoritmo”, explica la charla de TED.
Exacto.
Una vez que descubres una forma de alcanzar de forma eficiente una meta que es repetitiva, creas un algoritmo para usarlo a futuro.
Hasta aquí vamos bien.
Entonces, ¿dónde está la amenaza?
En la naturaleza de los algoritmos que hoy nos controlan.
“Si no pagas por la información que consumes, tú eres el producto”, advierte Tristan Harris en el gran documental de Netflix “The social dilemma” (ve un tráiler en nuestros sitios).
El ex Google y muchos más empleados de grandes tecnológicas (Google, Facebook, Instagram, etc.) advierten: el enemigo está en la palma de nuestras manos. Y destruye tejido social y democracia.
En el centro de la amenaza está la “economía de la atención”. Un ecosistema donde el click es Rey y donde las plataformas capturan la atención de los usuarios.
¿Y sabes qué está detrás de esa economía de los clicks?
Claro, ya adivinaste: algoritmos.
Algoritmos que analizan lo que nos gusta para luego presentarnos un muro interminable de puras cosas “atractivas”.
Para que leas la siguiente nota. Para que veas el siguiente video. Para que le demos like, share, o follow. Para dominar nuestras vidas.
No es casualidad que el mexicano (o el estadounidense, o el europeo, o el asiático, etc.) promedio pase entre 3 y 4 horas todos los días hipnotizado con la pantallita de su smartphone.
“Unos cuantos en pocas compañías tecnológicas decidirán lo que un billón de personas pensarán hoy. Al diseñar tu feed se apropian de la agenda de tu mente”, explica Harris en una gran charla de TED (también vela en nuestros sitios).
Imagina, 73 por ciento de la publicidad en el mundo es digital. Y 65 por ciento de la misma es en dispositivos móviles. Y Alphabet (Google y compañía) más Meta (Facebook y compañía) concentran 65 por ciento del total. Y Amazon (sí, Amazon) agrega 10 por ciento más. Y las redes sociales representan 31 por ciento del total.
La economía de la atención también la utilizan políticos populistas para polarizar y dividir, y así promover sus agendas.
Y si esto asusta, prepárate, porque los algoritmos también vienen por nuestras chambas.
“En almacenes, cadenas minoristas y centros de atención telefónica, los algoritmos asumen la autoridad silenciosamente: asignan turnos, evalúan el rendimiento e incluso recomiendan a quién contratar o despedir”, señala un reportaje reciente del sitio Quartz.
La era del algoritmo puede acrecentarse con la Inteligencia Artificial: “jefes” que automatizan tareas y supervisión, que no motivan, que no tienen empatía y que privilegian eficiencia a toda costa.
Algoritmos que ahorran plata, pero desperdician talento.
¿Qué hacer para combatir al algoritmo?
En primer lugar, romper la esclavitud de la pantalla: limitar su consumo, buscar actividades reales (no digitales), cuidar fuentes informativas (basura entra, basura sale) y balancear nuestro conocimiento con puntos de vista distintos a los nuestros.
Respecto a la IA, complementar al algoritmo: hacernos expertos en su uso, encontrar nuestro valor agregado (lo que nos hace únicos) y hacer una reingeniería de nuestras actividades y contribuciones.
Porque o vencemos al algoritmo o preparemos de una vez nuestro epitafio social y profesional: descanse en paz fulano, al que un conjunto de instrucciones le sepultó su capacidad de razonar y de dar valor agregado.
Yo me rebelo, ¿tú?
En pocas palabras…
“Las máquinas saben tu rendimiento por hora, pero no saben tu valor”.
Reportaje de Quartz.
@jorgemelendez