Afirma la sabiduría popular que “el que se mete de redentor, acaba crucificado”. Desde el punto de vista navideño, luce muy empática la oferta de la presidenta Claudia Sheinbaum al ofrecerse como “mediadora” entre el Gobierno de Estados Unidos y el de Venezuela, con el fin de resolver el conflicto entre ambos, que se agudiza día a día.

Creemos que la oferta proviene de una sincera intención por ayudar, sólo que estar en medio de dos trenes a punto de colisionar ofrece muy escasos beneficios para México. Todo tiene un punto de partida y, en este caso, nuestra Presidenta no es imparcial, lo cual la anula como ente mediador.

México ha estado a favor del Gobierno dictatorial que el chavismo, continuado por el madurismo, impuso en Venezuela. La postura de Estados Unidos siempre ha sido en contra de las tiranías en América Latina, así que, al ofrecerse como mediadora, nuestra Presidenta realmente está ofreciéndose a ayudarle a Maduro y a “suavizar” la postura de EU, que le ha recetado un bloqueo económico a tan afligido País.

No se atisba un gane para México y su Gobierno, ya que luce difícil -por no decir imposible- que Maduro pueda sostenerse indefinidamente ante el asedio norteamericano. Para lograrlo tendría que realizar elecciones limpias en Venezuela y ganarlas, cosa que luce menos favorable que la supervivencia de un iglú en el infierno.

De hecho, hubo elecciones en el 2024 y Maduro las perdió ante Edmundo González -que tomó el lugar de María Corina Machado, hoy Nobel de la Paz, luego de que fue inhabilitada por el régimen-, lo cual no ha ameritado comentario de parte de nuestros gobernantes. Nunca pudo Maduro demostrar su triunfo con las actas, por lo que su régimen es ilegítimo, pese a lo cual México lo sigue defendiendo en contra de los intereses de EU.

No, no puede ser mediadora nuestra Presidenta, pues está cargada hacia Maduro, como toda la 4T. Justo cuando ella se ofrecía, altos funcionarios del Gobierno norteamericano le pidieron al Gobierno de México que deje de apoyar a las dictaduras. No más petróleo para Cuba y “renta” de médicos; no más apoyo para la dictadura de Maduro (ni para la de Ortega en Nicaragua).

El péndulo de la historia no les favorece a nuestros “illuminati” de la 4T: Argentina se decepcionó de la izquierda; Chile abandonó la izquierda; Bolivia pateó en el trasero al “Hermano” Evo, que lo es afectivamente del inquilino de “La Chingada” -donde debería estar Maduro-, y Honduras ha hecho lo mismo. Por todo lo anterior, es seguro que EU le diga a nuestra Presidenta: “¡Gracias, pero no gracias por su oferta!”.

Lo único que podría satisfacer a la Administración Trump es que la Presidenta le solicite a Maduro que dimita, lo cual no hará porque es contrario a la religión populista, marxista-leninista que practican los cuatroteros de hueso colorado y que les ha enseñado el Domador de Pavorreales, que vive en Palenque.

Hay una segunda parte de lo dicho por nuestra Presidenta que muestra cierta ingenuidad o un desconocimiento de la realidad, de la “realpolitik”: pidió que “intervenga” la ONU en este conflicto. ¡Claro que no! Maduro y su régimen carecen de autoridad moral para recibir ayuda de la ONU, ya que ninguna nación democrática en esta organización tiene la mínima inclinación por ayudar -o defender- a una tiranía que, además, es considerada un narcogobierno.

No criticamos a nuestra Presidenta por desear presentarse como estadista internacional, sólo que para convertir el intento en exitoso se requiere un giro de 180 grados en la diplomacia mexicana y en la retórica cuatroteísta: no es mediar lo que se requiere, sino repudiar una dictadura y demandar un cambio a favor de los pueblos reprimidos, para así evitar que EU tenga que recurrir a la fuerza para liberarlos.

¿Estarán dispuestos a esto? Lo dudamos, así que lo mejor es no meter al Gobierno ni al pueblo de México entre las patas de los caballos, porque las posibilidades de detenerlos suman cero y la probabilidad de salir politraumatizados es elevadísima, al grado de certeza.

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